Mi nombre es 3.773.519, o ese fue el que me asignaron. Mi verdadero nombre no lo recuerdo, lo perdí entre la gente de un barrio sin nombre. Todo se dio vuelta y perdí el conocimiento.
En este lugar somos números, yo soy el 3.773.519 y mi cuarto da a un jardín precioso lleno de flores; de cuando en cuando llegan visitantes de diferentes especies a los cuales fotografío y guardo dichas imágenes en una cajita de madera tallada a mano.
Pensar mi nombre me agota, tratar de recuperar recuerdos me cansa y desisto muy rápidamente. Dicen que no debo preocuparme, hay casos en que en un determinado momento algo en el interior muta y nos lleva a dejar de ser quienes éramos y estar donde estábamos.
Ahora soy un espectador, desde que todo se dio vuelta, el espectador número 3.773.519.
Conservo algunos recuerdos, como cuando era niña y jugaba con los niños de mi edad, interpretaba personajes de los cuales era conciente que simplemente eran personajes, nada real.
Hoy, desde este lugar compruebo algo similar.
Ya no me agrada como antes participar, prefiero observar. En todo caso participar de otro modo.
Transcurrían los días y cada vez entendía menos de que se trataba todo esto. Las horas pasaban exactamente igual que el día anterior, todo era similar aunque con algunos pequeños cambios, todo era mecánico, todo me sabía a “déjá vu”.
La noche en que la conocí llovía, había dejado abierta la ventana que da al jardín. Hacía frío pero no lo note y entró por allí.
No dormía, solo pensaba apenas recostada en el borde de la cama. Desde aquel día no nos separamos definitivamente.
Es una paradoja, pero así es, me acompaña.
- De veras querés que me quede? (dijo una vez)
- No lo sé (respondí), hoy no quiero estar sola, quedate.
Ella no me comprendía, le parecía contradictorio, pero no lo era para mí.
Ella tenía un nombre, verdaderamente triste, pero nombre al fin.
- Sabes que por mucho tiempo no podré quedarme. No quiero esto para vos. Solo vine a mostrarte tu valor. Aunque mi presencia te confunda.
Recordarás tu nombre, no es imposible, en esta vida todo puede ser alterable, excepto…
Me dejó sin palabras, desprendía un frío aura que se sentía en los huesos, sus palabras penetraban en mi como cuchillos filosos y el pecho se me comprimía dificultándome la respiración. Pero necesitaba escucharlo, necesitaba que esa noche estuviera ahí. Y ella lo sabía.
Viendo mi expresión no se animó a callar y dejar un peligroso hueco de silencio y continúo:
- Haremos esto, no voy a abandonarte pero no volveré a entrar por la ventana por más que la olvides abierta. De ahora en más, si deseo verte golpearé tú puerta y decidirás si quieres dejarme entrar. Si me necesitas, estaré aquí. Sólo de visita.
Ya es hora… Adiós.
miércoles, 22 de abril de 2009
Taxi Turnos
miércoles, 1 de abril de 2009
Destreza
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